Hace
algún tiempo que me atreví a hacerme la pregunta: ¿realmente
quiero vivir otro día igual?. Inmediatamente me vino a la cabeza la
zona de confort donde el ser humano se acostumbra a vivir y de donde
no se atreve a salir.
El
día que asumes que necesitas un cambio es un momento de vértigo, es
como bajar por una montaña rusa sin ver el final. Ves como tu mundo,
ese que has creado a tu alrededor, se derrumba. Pero también, fruto
del mismo análisis, ves como se abren posibilidades ante ti y
empiezas a preguntarte por qué no te atreves a más. La respuesta
está en esa zona de confort, esa que nos ha paralizado durante mucho
tiempo pensando que no podíamos/debíamos salir de ahí. Pero el
verdadero crecimiento, la verdadera evolución, está afuera.
Es el
momento de decidir si te quedas en el mismo sitio o si aprovechas las
circunstancias para cambiar. Es un momento de no retorno, donde nada
volverá a ser igual porque has decidido que no lo sea. Es el momento
de agradecer a los que más quieres el camino que hacen contigo y de
saber que lo que queda hacia adelante no lo vas a hacer solo.
Ahora
toca mirar al futuro, cada uno desde el lugar elegido, y avanzar con
paso firme. La diferencia entre dónde estuviste ayer y dónde
quieres estar mañana, es lo que hagas hoy. Así se escribe la
historia, en presente continuo.