Estamos viviendo momentos
complicados en todo el planeta, viendo como se recrudecen o se
originan conflictos en muchos lugares. Estamos siendo espectadores de
nuevos “corralitos” demasiado cerca de la Europa que
considerábamos fuera de cualquier tensión de estas características.
En nuestro país seguimos teniendo una cifra de paro, aunque esté
mejorando lentamente, todavía insoportable para que el denominado
Estado de Bienestar funcione para todos.
Tenemos que seguir
mirando a ese futuro que nos espera como si de la meta de una media
maratón se tratase, pensando en que tenemos que alcanzarla aunque en
los últimos kilómetros las piernas no estén hechas de músculos y
huesos, sino de hormigón armado con su hierro correspondiente,
sacando fuerzas de dónde no sabemos que tenemos. Y lo mejor que en
esos últimos metros están ahí, animando y dando consejo para
llegar al final.
Y es que la vida misma es
así, dura en momentos pero también llena de satisfacciones que nos
hacen sentirnos felices. Y además en el transcurso de la misma
tenemos mucha gente que nos recomienda, nos da aliento, nos
reconforta, nos protege y nos ayuda en la toma de decisiones que nos
son clave para nuestra existencia, sabiendo que los ejemplos corrigen
mucho más que las reprimendas.
Y como muestra la
historia de Walter. Walter es un pastor italiano enfermo de riñón
al que por fin le ha llegado el momento del trasplante. Dice que ha
mirado en su interior y ha pensado que como no tiene familia, aunque
se siente muy feliz con la vida que le ha tocado, prefiere que
alguien con familia sea el destinatario de ese riñón que le puede
salvar la vida.