Vaya experiencia la de los últimos
cuatro días. El pasado jueves comencé a sentir una fuerte presión
en el pecho de la que no di mayor importancia hasta el medio día. A
partir de ahí, y viendo que iba a más, decidí irme al hospital a
ver de qué se trataba. Por mi edad y los síntomas pensaron que
podría tratarse de alguna cardiopatía y comenzaron a estudiarlos en
profundidad.
Al final, a media tarde, descubren en
una radiografía que la dolencia que tengo se debe a un neumotórax y
que debían intervenirme con urgencia para extraer el aire sobrante
que había desplazado el pulmón y que me impedía respirar con
normalidad.
Y todo esto se ha producido bajo el
cuidado intensivo de Beatriz que, como siempre, ha estado a mi lado
cada una de las 96 horas de estos cuatro largos días, sin moverse y
atendiéndome. Una vez más toda una lección que no podré olvidar.
Como tampoco puedo olvidar todas las llamadas que han colapsado mis
teléfonos y las continuas idas y venidas de gente por mi habitación
para interesarse por mi.
Siempre he pensado en la suerte de
tener familia y amigos que se preocupen de uno y es gratificante ver
que siempre están ahí. Y ahora a seguir trabajando que es lo que
nos toca, porque tenemos una gran tarea que hacer poniendo nuestro
granito para que pasemos rápido los malos momentos que estamos
viviendo a nivel global.
Lo importante es lo que pensamos de
nosotros mismos y de que conozcamos el valor que lo que hacemos y de
lo que tenemos. Esto hace que todos los días podamos plantearnos
nuevos retos. Siempre deseamos algo mejor y no nos damos cuenta de
que, a menudo, lo que buscamos está justo donde estamos, sin
necesitar de nada más.