Alguien dijo que el
político se preocupa de las próximas elecciones y el hombre de
estado de la próxima generación; el hombre de partido de
satisfacer, como mucho, a medio país, y el gobernante a toda la
patria.
Cuantas veces caemos en
los problemas que nos trae el corto plazo y no pensamos que lo mejor
está en el largo. Es como cuando nos planteamos la educación de
nuestros hijos, siendo firmes en los planteamientos y no
dejando un poco de “rienda suelta”.
Cuantas veces olvidamos
la importancia de la comunicación y no nos damos cuenta de que es un
canal para conectarnos con los distintos niveles con los que nos
relacionamos, incluidos los hijos.
Y esto ocurre porque en
gran medida las personas estamos distraídas, desconectadas o
desinteresadas por lo que pasa o se dice a nuestro alrededor. Y nos
olvidamos de que la mejor manera de avanzar es hacerlo en equipo,
buscando sinergias.
Debemos buscar en nuestro
alrededor si en nuestra familia, si en nuestro grupo de amigos, si
con nuestros compañeros de trabajo existe o no sinergia. De esta
manera nos daremos cuenta de si avanzamos solos o lo estamos haciendo
en compañía de quienes nos relacionamos. Y así descubriremos si
conocemos realmente a las personas que nos rodean, poniendo especial
énfasis en nuestra familia, donde muchas veces encontramos
comportamientos distintos “fuera de casa que dentro”.
Y he encontrado un
ejemplo de todo esto que estoy diciendo: es Tomás Moro que demostró ser un hombre
auténtico, coherente, sensato y maduro, incluso
estando reo en la Torre de Londres, no perdiendo nunca el sentido del
humor. Este es uno de los escritos suyos:
“Dame, Señor, una
buena digestión y
también algo que
digerir.
Dame salud del cuerpo y,
con ella,
el sentido común
necesario para conservarla lo mejor posible.
Dame un alma santa,
Señor,
que mantenga ante mis
ojos todo lo que es bueno y puro,
para que a la vista del
pecado no me turbe,
sino que sepa encontrar
los medios
para poner orden en todas
las cosas.
Dame un alma ajena al
tedio,
que no conozca refunfuños
ni suspiros, ni lamentos.
Y no permitas que esta
casa que se llama “YO”,
y que siempre tiende a
dilatarse, me preocupe demasiado.
Dame, Señor, sentido del
humor.
Dame la gracia de
comprender una broma,
para lograr un poco de
felicidad en esta vida
y saber regalarla a los
demás”.
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