Es fundamental trabajar en el interior de todos
nosotros, para darnos cuenta de lo importante que son unas cosas y de lo poco
importante que son otras. No es más que hacer distinciones correctas acerca de lo
que nos ocurre y sobre los retos que nos debemos plantear para dar un impulso a
nuestras vidas.
¿Sabes lo que quieres en la vida? ¿Sabes lo que
te apasiona? ¿y lo que realmente te preocupa? El primero de los pasos es
contestar a preguntas que no solemos hacernos porque nos va pasando la vida en
transparencia, solo nos ocupamos de resolver el día a día de la manera que
entendemos el momento.
Pero tenemos que pensar en nuestro proyecto, en
qué es lo que realmente queremos hacer y queremos ser. En ese preciso instante,
cada minuto de la vida se convierte en el mejor de los momentos de tu vida.
Parece algo fácil y banal, pero no lo es. Lo que sí resulta es transformador,
lleva más allá de lo que hasta ahora venía siendo y lo mejor, merece la pena.
En relación con esto me viene a la cabeza la
historia que vivimos todos en los Juegos Olímpicos de Barcelona ´92. Dereck
Redmon venía preparando su participación en los Juegos Olímpicos desde mucho
tiempo antes, aunque las lesiones le habían acompañado durante buena parte de
su vida. En la semifinal de los 400 metros se lesiona el tendón de la corva y
preso del dolor cae al suelo.
A pesar del dolor, a pesar de las lágrimas,
decidió darlo todo, se puso en pié y cojeando echó a andar. Su padre que estaba
siendo un espectador más saltó al estadio a ayudar a su hijo a retirarse pero
éste le dijo que quería, que necesitaba acabar la carrera. Y así, de la mano de
su padre, llegó a completar una vuelta cojeando.
Era su sueño, era su meta y era su pasión.